En ocasiones, hasta las muestras de amor más sinceras terminan desembocando en situaciones que no deseamos en absoluto. Una reflexión que, aplicada a cualquier acto capaz de influir en la vida de nuestros hijos, debería ser suficiente para que extremáramos al máximo todas las precauciones posibles. Sin embargo, existen factores que, ya sea por el mero desconocimiento del alcance que tienen las redes o de nuestra recurrente obsesión por publicar todas nuestras vivencias en ellas, a veces nos llevan a actuar de manera poco responsable. Acciones aparentemente inofensivas e inocentes, como publicar fotos de los niños en Internet, pueden terminar acarreando consecuencias negativas para ellos.
Lo realmente preocupante llega cuando observamos los trabajos de los expertos en la materia, que alertan sobre el progresivo auge de este tipo de comportamientos. Según afirma la prestigiosa periodista Nancy Jo Sales, los padres estadounidenses publican en torno a 1.000 imágenes de sus hijos en la red antes de su quinto cumpleaños. Un dato demoledor seguido por otro que no lo es menos: el 92% de los niños norteamericanos ya dispone de una huella digital propia antes de cumplir 2 años.
No es extraño, por tanto, que el fenómeno que nos ocupa, debido a su masiva puesta en práctica, posea hasta denominación propia. El sharenting, del inglés share (“compartir”) y parenting (“paternidad”), se ha convertido en un término tan extendido y llevado a cabo, que está incluido desde 2016 en las páginas del Diccionario Collins, una de las obras de consulta de referencia en lengua inglesa.
Si los contenidos que comparto dejan en buen lugar a mi hijo, ¿qué problema hay?
He aquí una de las claves. Quizá muchos padres no se den por aludidos al respecto, considerando que las fotos de los niños en Internet que comparten no ponen a estos en evidencia. Total, ¿qué tiene de malo compartir una información tan inocente e inocua en apariencia?