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‘Pequeñas violencias’: qué pasa cuando el adulto impone su criterio y abandona la empatía

Pequeñas violencias: obligar a los niños a comer cuando claramente no quieren
Fuente: Canva
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 24.10.22

Existen ciertas acciones totalmente normalizadas, y que se repiten de forma continuada a lo largo del día, en las que el adulto es incapaz de conectar con el niño o la niña que tiene delante y le deja en una situación de desconfianza y de inseguridad afectiva, lo que le provoca estrés y ansiedad. A estos momentos de desconexión por parte del adulto, la educadora infantil Christine Schuhl los llamó ‘suaves violencias’. Aquí los llamaremos ‘pequeñas violencias’, a continuación veremos por qué hacemos esta sutil distinción.

No son actos malintencionados, pero duelen

El adulto no tiene una intención específica de hacer daño al niño. La falta de herramientas, el cansancio, las prisas y otras circunstancias provocan que se deje llevar y actúe de forma brusca.

No obstante, y a pesar de que no se pretenda herir o perjudicar al menor, debemos ser conscientes de cómo afectan estas acciones en la infancia, ya que son momentos en los que no se está tratando de una forma amable ni respetuosa al pequeño.

Aunque Christine Schuhl usó el oxímoron ‘suaves violencias’, realmente no son ‘suaves’. Son pequeñas, pero no suaves, puesto que tienen las mismas consecuencias que un grito o un castigo: ansiedad, inseguridad afectiva, desconfianza, miedo, tensión corporal, dolor emocional y sumisión hacia el adulto. Así que las llamaremos ‘pequeñas violencias’.

Es importante darles cierta visibilidad a este tipo de acciones que pasan inadvertidas en nuestro día a día y que afectan a los niños y niñas de forma tan negativa, ya que se realizan de manera reiterada y se alejan totalmente de un modo respetuoso de educar.

Ejemplos de esas ‘pequeñas violencias’

Ser consciente de estos comportamientos y saber identificarlos te puede resultar útil para cambiarlos. No se trata de que te sientas culpable, sino de que pongas atención en el foco de la acción y, poco a poco, consigas que vayan desapareciendo estas conductas, algunas de las cuales son:

  • Hablar de forma negativa delante del niño o la niña.
  • Desvestirlo sin preguntarle.
  • No tenerle en cuenta, no saludarle, no sonreírle.
  • Recriminarle diciéndole que siempre está jugando, cuando el juego es el mayor recurso de aprendizaje en la infancia. Además, en la Asamblea General de Naciones Unidas, se aprobó, en 1959, la Declaración de los Derechos del Niño. Este documento es el primero que reconoce su derecho a la educación, al juego, a la atención de la salud y a tener un entorno que los proteja.
  • Obligarlo a realizar una actividad que no quiere hacer.
  • Comparar a unos niños con otros.
  • Forzarle a comer y dejarle sin postre si no termina su plato.
  • Hacerle chantaje ofreciéndole algún premio o imponiéndole un castigo si hace, o no, lo que deseamos.
  • Impedir que haga cosas solo por miedo a que se manche.
  • Criticar la comida delante del niño.
  • Mezclar todos los alimentos en el plato.
  • Lavarle la cara con una esponja fría sin avisarle.
  • Rasparle la boca sistemáticamente con la cuchara.
  • Oler el pañal del bebé antes de cambiarle y mostrar caras de asco. No hablarle, ni mirarle a los ojos mientras se produce el cambio.
  • Hablar abiertamente con otros adultos en presencia del niño o la niña de algo que le ha ocurrido y le da vergüenza.
  • Etiquetar a un menor diciéndole que está sucio, huele mal, es feo o cualquier otra cosa peyorativa. Ponerle motes sin respetar su identidad.
  • Limpiarle los mocos sin pedir permiso y de forma brusca.
  • Juzgar al niño o la niña.
  • Hablarle desde arriba, sin ponerte a su altura y sin mirarle a los ojos.
  • Culpabilizarlo.
  • Ignorarlo cuando habla o cuando llora.
  • Mandarle callar y que deje de llorar.
  • Despertarle de malas formas, con gritos o encendiendo la luz de la habitación bruscamente.

La relación que queremos forjar

Traslademos ahora estos ejemplos a una persona adulta, ¿te imaginas actuando así con tu jefa, tu vecino o un familiar? ¿Por qué? La respuesta está clara. Son actuaciones que faltan el respeto a la otra persona.

Piensa qué tipo de acercamiento quieres tener con tu hijo, o con el niño que tengas delante. Cómo le quieres demostrar el amor que sientes por él. El tono de voz y los gestos que utilices son muy importantes a la hora de comunicarte.

Ten en cuenta siempre sus necesidades, pídele permiso, crea una comunicación directa, no dejes que las prisas te alejen de la infancia. Modificar estas conductas repara el daño y te acerca más a tu hijo o a tu hija, favorece la relación y la conexión con ellos.

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Carmen Prieto Ribó
Neuroeducadora y coordinadora de Comunidades de aprendizaje de neuroeducación
Especialista en comportamiento infantil y en juego en la primera infancia
Asesora de familias y profesionales
Cofundadora de Ubuntu, Asociación Española de Crianza Respetuosa y Consciente

Autora del libro No me grites, abrázame