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Mi alumno se masturba en clase, ¿cómo puedo abordar este asunto?

masturbación infantil en la escuela
Es normal que suceda en edad preescolar, cuando comienzan a explorar su cuerpo y el mundo
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 29.04.21

La masturbación infantil es un concepto que, a priori, alarma y desagrada a la mayoría. Lo cierto es que no solo es un concepto, sino un hecho. Las familias y el profesorado deben tener claro que en preescolares es un acto normal y exploratorio, que casi todos, tarde o temprano, van a experimentar. Veremos aquí cuál es la mejor forma de tratar este asunto en la escuela y en casa.

Una etapa de descubrimientos

En la mayoría de los casos forma parte de su desarrollo evolutivo, de la observación de su propio cuerpo y de nuevas sensaciones agradables.

Es decir, a lo largo de la infancia, los niños van teniendo conciencia de las distintas partes de su anatomía, entre las que se incluyen los genitales. Entonces se dan cuenta de que su manipulación les produce placer. Y una vez que lo comprueban, es raro esperar que dejen de hacerlo de forma inmediata.

Este hallazgo suele ocurrir por medios propios o a través de la estimulación o roce de esas partes en las rutinas de limpieza en el baño, la ducha o al vestirse o desvestirse.

Al principio, se manifiesta solo como el deseo por conocer su cuerpo, especialmente esa zona que les provoca sensaciones diferentes. El motor que les impulsará a hacerlo será el mismo que les moverá después a explorar todo lo que les rodea en este amplio mundo: la curiosidad.

El motivo y la frecuencia

La masturbación infantil no tiene hoy en día una causa médica u orgánica que la explique como tal. Algunos niños se tocan cuando están aburridos o sienten insatisfacción por algún motivo (ausencia de juguetes, chupete, sueño, cansancio o aburrimiento, entre otros).

La frecuencia con la que lo hacen puede ir desde varias veces al día hasta una vez a la semana. Normalmente disminuye al alcanzar los 5 o 6 años. En esa época empiezan a llevarlo a cabo de una forma más reservada y generalmente la conducta tiende a desaparecer.

Más adelante, en la adolescencia, vuelve a aflorar y se convierte en un acto casi universal debido a los cambios hormonales y a la aparición del deseo sexual.

Durante el acto de la masturbación, los pequeños tienden a mostrarse aturdidos, distraídos, ensimismados, ruborizados y hasta sudorosos. Signos que en algunos casos pueden llegar incluso a confundirse con una crisis de epilepsia o con alguna enfermedad.

Pueden realizarla en cualquier lugar, en el colegio y hasta delante de otras personas, ya que a esa corta edad no saben realmente lo que hacen y cómo lo van a interpretar los demás.

La respuesta del adulto debe ser serena y medida

Esta práctica puede asustar mucho a la persona adulta, pero conviene entender que el hecho en sí no va a ocasionar que el niño sea un promiscuo, que despierte en él tempranamente el deseo sexual o que tenga dificultades en la identidad de género.

Por eso nuestra actuación debe ser muy medida. Hay que tener en cuenta que el pequeño no es consciente de lo que está haciendo y solo percibe en esa conducta un acto de placer.

Ahora bien, si los adultos reaccionan de forma exagerada e inadecuada ante esta actividad y la hacen parecer como algo sucio o malo, entonces sí puede haber consecuencias. Y si, además, recurren al castigo para tratar de extinguirla, es posible que esto produzca en el menor sentimientos de culpa, incomprensión, miedo y complejos sexuales. De esta manera, se conseguirá justamente lo contrario a lo que se desea: se reforzará y fijará en el tiempo.

Pautas de ayuda para los profesores

Cuando se da en el ámbito escolar, es mucho más llamativa y a menudo el profesor no sabe cómo reaccionar y cómo tratar la situación. Conviene no caer en alarmismos o castigos que puedan acentuar este impulso o trasladar un mensaje equivocado que suponga un mal inicio de la educación afectivo-sexual. Para sobrellevar la situación de la manera más práctica posible compartimos a continuación unos consejos útiles:

1. Aceptación

Admitir y entender la masturbación como parte del desarrollo evolutivo del menor, como un simple acto que ha aprendido y le gusta.

2. No castigar

No tratar de eliminar la conducta aplicando castigos físicos ni reprimendas, ya que solo conseguiremos que se prolongue o que se deduzca de ella algo que es negativo.

3. Muestras de cariño

Aumentar el contacto físico y las manifestaciones de afecto, como los abrazos o darle la mano con más frecuencia. Esto ayudará a satisfacer esa necesidad de sentir placer físico que le otorga esa práctica.

4. Desviar su atención

Cuando lo veamos masturbándose, nos acercaremos y trataremos de distraerlo con algún juguete o de involucrarlo en alguna actividad de su interés.

5. Dirigirlo hacia la intimidad

Controlar el lugar donde lo hace y explicarle que es un acto privado y que no lo debe realizar ante otras personas. En este sentido, le podemos mostrar dónde sí lo puede hacer.

6. Evitar la vigilancia

Intentar no caer en el ‘espionaje’, ya que los pequeños se dan cuenta cuando les vigilamos y esta actitud por nuestra parte puede provocar que la conducta se fije en el tiempo.

7. Aunar estrategias

Compartir la información con la familia y procurar que el enfoque sea el mismo desde casa.

En ocasiones, puede ocurrir que la conducta se prolongue, o resulte excesiva u obsesiva a pesar de integrarla de una forma inclusiva. O que, además, tengamos sospechas de que se aparta de la normalidad. En tales casos, debemos aconsejar a las familias que consulten con su pediatra para valorar el asunto de una forma más holística y profunda.

Leire Lapina Andonegui
Psicóloga de Centro Psicología Bilbao