“Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?”. Este particular viaje por las emociones empezó hace unos años con esta sencilla e inocente pregunta. Una que todos hemos hecho alguna vez a nuestros hijos, hijas, sobrinos o sobrinas. La respuesta es diferente para cada niño y niña: profesor o profesora, futbolista, médico, informático, periodista o youtuber. Todas válidas y correctas y, sin embargo, a menudo se nos olvida la respuesta más importante, la que supera a cualquier otra. “De mayor quiero ser… feliz”. Porque solo si nuestros hijos e hijas son felices, lograrán ser personas completas y formadas.
Pero, ¿qué significa ser feliz?
Ser feliz es un término muy amplio. No se trata solo de sonreír, de estar contento cuando las cosas van bien o de conseguir siempre lo que uno desea. Ser feliz incluye disfrutar de una autoestima sana, poseer capacidad para superar la frustración, de tener confianza en uno mismo y aprender a encarar la vida y sus inevitables situaciones complicadas con una actitud positiva.
Este es un deseo, un objetivo, que todos queremos para nuestros hijos e hijas. Algo que puede parecer complicado. En demasiadas ocasiones, los padres, los adultos, somos incapaces de gestionar de forma correcta nuestra respuesta emocional a las dificultades cotidianas. Nos dejamos vencer por el desánimo o la frustración. Entonces, ¿cómo enseñar conceptos que no dominamos?
La buena noticia es que siempre estamos a tiempo de aprender y que ese aprendizaje tan emocionante se convierte en algo apasionante cuando lo realizamos al mismo tiempo que nuestros hijos. Aprender juntos puede convertirse en el mayor regalo para crecer como individuos y como familia.
