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Psicología y salud mental

Proteger a los niños de la violencia vicaria: claves para identificarla, combatirla y prevenirla

violencia vicaria: cuando las víctimas son los hijos
Debemos encontrar la manera de amparar a los niños que son víctimas de la violencia vicaria
Sapos y Princesas
Sapos y Princesas
Fecha de actualización: 27.09.21

La violencia de género es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos día a día como sociedad. Por desgracia, ligada a ella, se da una forma menos comentada, pero especialmente brutal y cruel, que poco a poco se va reconociendo y a la que se empieza a dar voz: la violencia vicaria.

A nadie nos son ajenos los numerosos casos expuestos en las noticias, algunos tan recientes como el de Anna y Olivia o el del pequeño de 2 años asesinado en un hotel de Barcelona. Para poder hacer frente a hechos así, primero debemos ahondar en el asunto y analizarlo. ¿En qué consiste este tipo de abuso? ¿Cómo podemos prevenirlo? A continuación, trataremos de responder estas dos cuestiones básicas.

¿Qué es la violencia vicaria?

Es la que tiene como fin dañar al otro miembro de la pareja a través de un tercero, por lo general los hijos. Los casos más comunes se producen dentro de la familia, y lo más habitual es que el padre utilice a sus niños para dañar a la pareja o madre. El afán por causar dolor sobrepasa cualquier clase de afecto que la persona pueda sentir hacia el otro u otros.

Hay cierto desacuerdo en cuanto a si se da en otros contextos, pero aquí nos centraremos en el marco de la violencia intrafamiliar y de género.

¿Cómo identificarla?

Siempre hay signos previos, señales de alarma que nos pueden indicar que algo no va bien. Algunos de los más comunes son:

1. Hace testigos de sus críticas a los hijos

Habla mal sobre el otro miembro de la pareja delante de los niños y/o permite que otros lo hagan.

2. No cubre las necesidades de los menores

Emplea el tiempo a solas con ellos o las visitas en contra de la expareja a través de los hijos. Por ejemplo, llegan de vuelta con pertenencias rotas, en caso de que necesiten tratamiento farmacológico no se lo administra o no se les ofrece la asistencia médica necesaria, entre otros comportamientos habituales.

3. Los maneja al servicio de sus intereses

Manipula a los hijos para ponerlos en contra de la otra persona.

4. Ejerce la coacción con el fin de someterlo a sus deseos

Amenaza con hacer daño a los niños o con quitárselos si no hace lo que esa persona desea.

5. Hace indagaciones para aumentar su poder de dominación

Trata de controlar a la antigua pareja a través de los hijos. Por ejemplo, intentando obtener información a través de ellos.

6. Se dedica a zaherir, injuriar y amenazar

Aprovecha los momentos de encuentro para insultar, vejar o advertir de las consecuencias que podrían sufrir.

También debemos estar atentos a los menores y observar cómo vuelven tras las visitas o después de pasar un tiempo a solas con el otro progenitor. Y vigilar si hay cambios de humor, ya que es posible que tengan miedo o sufran ansiedad, o bien se muestren más agresivos e irascibles. Y, por supuesto, no podemos minimizar o normalizar la situación, en particular si los niños verbalizan alguna queja o hacen algún comentario.

Este tipo de abuso contra terceros empieza, como todos los casos de violencia de género, de manera gradual y se puede dar de diferentes formas: psicológica o verbal, por medio de insultos o amenazas, o física, cuyo máximo exponente es el asesinato de los menores. Todas dejan numerosas secuelas en las víctimas, adultos e hijos; las que quedan en la manifestación más extrema y terrible de ellas —la que acaba con la vida de los niños— son, evidentemente, las más profundas, el dolor es absoluto y el daño, irreparable.

¿Cómo podemos prevenirla?

Muchas víctimas no denuncian por miedo a las consecuencias o porque creen que hacerlo no va a servir de nada. Eso supone que, cuando los casos llegan a conocerse, suele ser ya demasiado tarde. Por eso es importante concienciar y educar en la prevención y la identificación de esta clase de abusos.

Tenemos que estar especialmente atentos a las señales que nos alertan de un posible caso de maltrato contra terceros para poder dar la voz de alarma.

Pero, si queremos atajar este problema de raíz, hay que hacer hincapié en la educación. Los niños de hoy marcarán la sociedad del mañana, de ahí la importancia de formarles en valores de igualdad, en la tolerancia cero a la violencia y en el respeto mutuo.

En definitiva, contamos con tres potentes herramientas para luchar contra la violencia vicaria:

  • Educación de las nuevas generaciones.
  • Sensibilización de la sociedad.
  • Compromiso de la justicia y las organizaciones sociales.

Olga Fernández-Velilla Lapuerta
Psicóloga General Sanitaria
Especialista en Terapia de Familia
Instituto Psicológico Cláritas